la culpa
La culpa ha sido promovida fundamentalmente por la religión. En oriente, encontramos un equivalente aproximado en el concepto de karma. Al menos en el sentido de que la responsabilidad personal y los actos realizados bajo ella generan consecuencias.
Mientras que el karma puede tener distintos signos y tiene caracteristicas casi "mecánicas", la culpa por el contrario es una manifestación únicamente negativa con la que carga la persona. Pero la culpa puede ser "redimida". Intentaremos dejar a un lado todas las implicaciones religiosas de la culpa (y el pecado) para centrarnos en el aspecto que nos ocupa aquí, el estrictamente emocional.
La culpa -el sentimiento de culpa- es uno de los sentimientos mas dañinos que podamos encontrar. La convicción de que la responsabilidad genera una carga por los errores cometidos, termina por actuar finalmente como un castigo efectivo. Y es que el concepto de culpa incluye el de castigo.
De esta forma, en lugar de asumir los posibles errores valorando la mejora personal, las preocupaciones se centran en la dinámica error/culpa/castigo causando destrozos en muchas personas. La palabra culpa debería erradicarse y sustituirse por la responsabilidad.
Hay dos vertientes para analizar. Una es la culpa en la relación con los demás. La aplicación permanente del concepto de culpa en la convivencia complica las relaciones personales. Ante cualquier problema parece que la solución sea culpabilizar a alguien y con esto termina generalmente el análisis de las diferencias personales. En realidad esto impide entender al otro y lo que es peor asumir las correcciones de la conducta propia ante las conductas no deseadas de los demás.
Pero otra vertiente es quizá la mas seria por sus consecuencias. Desde la infancia se nos dice lo que está bien y lo que está mal. La conciencia de "haber sido malos" se genera en tanto nos identificamos con nuestros padres como benefactores y poseedores del conocimiento moral.
Así, la culpa termina por interiorizarse. Compartimos con nuestros padres la opinión sobre nuestra propia conducta. Cuando tenemos nuestro propio criterio seguimos su trabajo, señalándonos como culpables cuando hacemos algo que consideramos mal hecho. Nuestro cerebro y nuestro cuerpo asimilan el mensaje de que somos culpables y somatiza esto en forma de castigo trayendo la infelicidad o la enfermedad incluso.